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Demografía de Ruanda

La densidad de población de Ruanda, incluso tras el genocidio, está entre las más altas del África Subsahariana, con 230 hab/km².

La población indígena consiste en tres grupos étnicos. Los hutus que son mayoría (85%), son granjeros de origen bantú. Los tutsis (14%), son pastores que llegaron a la región en el siglo XV. Hasta 1959 eran la casta dominante de un sistema feudal. Los twa (pigmeos) (1%) se cree que son lo que queda de los primeros habitantes de la región.

Más de la mitad de la población está alfabetizada, aunque no más del 5% ha recibido educación secundaria. Durante 1994-95, se reabrieron la mayoría de escuelas primarias y más de la mitad de las escuelas secundarias. La universidad nacional de Butare, a la que acuden más de 7.000 estudiantes, reabrió sus puertas en abril de 1995. La reconstrucción del sistema educativo sigue siendo una prioridad del gobierno de Ruanda.

La distribución de las creencias religiosas en Ruanda en 2001 eran de un 56,5% de católicos, un 26% de protestantes, un 11,1% de adventistas, un 4,6% de musulmanes, 0,1% de creencias indígenas y un 1,7% sin religión.

Economía

Ruanda se basa en una economía de subsistencia que ocupa al 90% de la población. El país carece de recursos naturales y minerales de importancia, además de sufrir constantemente de sequías y un pobre desarrollo tecnológico. Todo esto hace que tenga una dependencia económica significativa de Bélgica. Las principales exportaciones son el café arábigo y el .

La minería es la segunda actividad del país, destacando la casiterita de donde se extrae estaño, además de pequeñas cantidades de berilio.

La unidad monetaria del país es el franco ruandés.

Transporte

El sistema de transporte en Ruanda se centra principalmente alrededor de la red de carreteras, con caminos pavimentados construidos por obreros chinos entre la capital, Kigali y la mayor parte de otras ciudades del país. Ruanda también está unida por carretera con otros países en África, vía por la que se realizan la mayoría de importaciones y exportaciones del país. Cuenta con un aeropuerto internacional en Kigali, sirviendo una línea nacional y varias internacionales, y también ha limitado el transporte de agua entre los puertos sobre el Lago Kivu. Se han realizado grandes inversiones en la infraestructura de transporte desde el genocidio de 1994, con la ayuda de la Unión Europea, China, Japón y otros.

La forma principal de transporte público en el país son los colectivos, con rutas expresas que unen las ciudades principales y servicios locales que sirven a la mayor parte de pueblos a lo largo de las carreteras principales del país. Los servicios de omnibus están disponibles a varios destinos en países vecinos. En 2006, los chinos propusieron financiar un estudio para la construcción de un ferrocarril que uniera desde Bujumbura en Burundi, a Kigali en Ruanda e Isaka en Tanzania.

Un país que quiere vivir

Después de lo ocurrido en 1994, el país está conociendo transformaciones espectaculares. La carretera de Kibuye, antaño un infierno para los conductores, ha sido ampliada y los vehículos se deslizan por el asfalto como bolas de billar. Kigali, la capital, está irreconocible. En todos sitios han surgido centros de negocios, despachos de cambio y cybercafés. Sobre el lugar de la antigua Academia Militar se levantan los edificios nuevos del Instituto de Ciencia y Tecnología de Kigali, que acoge a 4.000 estudiantes.

Nuevos hoteles acogen a turistas en busca de los gorilas del Parque de los Volcanes y de las cebras del Parque de Akagera. El índice de crecimiento de la economía es del 7% cada año desde 1994.

El empuje de Kigali contrasta con el estancamiento del campo, incluso con la regresión en algunos lugares. Bastantes negociantes han cerrado sus tiendas en las ciudades pequeñas, debido a la insolvencia de su clientela rural.

El salario mensual de un profesor es de tan solo 19.000 Frw, menos de 26 euros: teniendo en cuenta la inflación, corresponde a la mitad del salario de antes del genocidio. La agricultura, que genera la mitad de PIB, no podrá alimentar la totalidad de los 8,5 millones de rwandeses.

Rwanda tiene pendiente un espinoso asunto que debe resolver cuanto antes, para asegurarse un futuro estable y en paz. Además del perdón y la reconciliación, la curación de las profundas heridas producidas por el genocidio exige que los responsables de semejantes crímenes contra la humanidad no queden impunes. El problema es que, unos 85.000 rwandeses (uno de cada mil) se encuentran en prisión acusados de participar directamente en las matanzas y esperando juicio. El sistema judicial rwandés, ha sido y es, incapaz de hacer frente a tan ingente cantidad de casos pendientes.

Rwanda es un país que quiere volver a vivir. Los rwandeses han demostrado una capacidad envidiable para dejar atrás odios y afrontar juntos la construcción de un futuro en paz.


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Ruanda 16 AÑOS despuÉs del genocidio que devastÓ al pais