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Me has seducido, Señor

De Maestra de novicias a General interina

El noviciado de la Congregación nada tuvo que ver con el aislamiento espiritualista o alienante. allá había que vérselas con un estilo de vida recio, en el que la doctrina se confrontaba con la práctica diaria. En más de una ocasión el desayuno consistió en pan con aceite. Luego, esperaba a las jóvenes una jornada atareada y profundamente humana: cuidar a los enfermos y ancianos del hospital de San Diego.

Afortunadamente, al regresar a la casa noviciado, la exquisita acogida de la Maestra y la paz que irradiaba, mitigaban las penurias materiales, el sufrimiento por los enfermos y la fatiga del día. El ejemplo de M. Elisea era buen acicate para el comportamiento de las novicias. El sano prestigio que la envolvía fue justamente lo que desatara las envidias de sus acusadoras.

A todo esto, las hermanas Vives Pla se aficionaron en exceso a la tarea de mandar. Su servicio fue decantándose hacia el dominio y la arrogancia, amparadas como estaban por el carácter vitalicio del generalato. La situación se hacía insostenible, de tal manera que elprelado tuvo que intervenir para abolir este artículo de las constituciones y limitar el periodo del cargo a seis años.

Las afectadas interpretaron esta toma de postura de la jerarquía como rebelión de las religiosas, fruto de la conspiración y la inquina contra la autoridad. El malestar ante la situación creada por las protagonistas se intensificó. De nuevo intervino el Obispo -la Congregación era de derecho diocesano-, a fin de cesar a la Superiora General y nombra a M. Elisea General interina. El decreto estaba firmado en fecha 15 de abril de 1899.

Puede suponerse cómo recibiría la interesada y su hermana el contenido del decreto. La Congregación y la población padeció escándalo. Al parecer, M. Elisea fue maltratada. El hecho es que se sabe muy poco del asunto, pues las mujeres testigos del escándalo -la nueva General, en particular-, decidieron echar un tupido velo sobre el incidente. Lo cual habla favorablemente de su consagración a Dios en la vida comunitaria.

(Manuel Soler, MSSCC y Hnas. Elena Coste Cruz y Asunción Perelló Senent. M. Elisea Oliver, una mujer del Carmelo, p. 8-10. Folletos CON ÉL, Nº 84, editado por la CONFER).


 

Orihuela: más amplios horizontes

Las hermanas Vives Pla, no tardaron mucho en abandonar la Congregación en la que habían jugado un papel preponderante. Cuando el Obispo Maura ordena suprimir de las Constituciones el carácter vitalicio de las generales, aquéllas no sufrieron el embate y abandonaron la naciente Congregación. Se da la circunstancia de que marcharon el mismo día en que el noviciado y la curia generalicia se trasladaron a Orihuela.

El traslado tuvo lugar el 6 de julio de 1899. Se realizó a instancias del Obispo de la Diócesis que tenía interés en ello. El cambio era favorable, entre otros motivos, por cuanto se ofrecía a las religiosas, el vetusto solar del ex-convento del Carmen, expropiado por el Estado unos sesenta años atrás. Tadavía se mantenía en buen estado el templo adjunto, propiedad de la Tercera Orden y, sin graves daños, la muy bella imagen de la Virgen del Carmen.

Orihuela ocupará un lugar destacado, desde entonces, en la vida del Instituto. Pasa a ser símbolo de la unidad de la Congregación. Con sus más de 86.164 habitantes (INE 2009), extiende sus tierras en una fértil huerta a orillas del río Segura. Sus acequias se remontan a la época árabe. La ciudad muestra, con complacencia, su magnífica catedral de portada plateresca, el castillo y las torres, de clara inspiración árabe. Es sede episcopal y durante varios siglos contó con una universidad.

Con la partida de las hermanas Vives Pla, sólo quedaban tres religiosas del grupo inicial: Teresa, Elisea y Eufrasia. Madre Elisea fue elegida General por el Obispo. Hasta entonces su responsabilidad era delicada pero circunscrita a la formación de las novicias. Sin pretenderlo ni imaginarlo, está surgiendo como líder indiscutible del grupo, Madre Elisea. Por aquel entonces, a comienzos de siglo, en 1900, M. Elisea contaba 31 años. El hecho de formar parte del grupo fundador, de modelar a las novicias del Instituto por varios años y de hallarse al frente de la Congregación, constituían circunstancias de mucho peso. Tan es así que se la considera cual Madre Fundadora.

(Cf.: Manuel Soler, MSSCC y Hnas. Elena Coste Cruz y Asunción Perelló Senent. M. Elisea Oliver, una mujer del Carmelo, p. 10. Folletos CON ÉL, Nº 84, editado por la CONFER).


 

Perfil humano y espiritual de Madre Elisea

Existen múltiples razones para personalizar en M. Elisea el carisma fundacional. Hemos observado su trayectoria en el grupo. La tarea que realizó y la delicadeza, la calidad moral y humana con que la llevó a cabo. Añádase que ella va a ser elegida una y otra vez hasta su muerte, excepto un periodo en que lo impidió el Derecho Canónico.

Madurez humana y entrega evangélica van intensificándose en la vida de M. Elisea. Por una parte, los experimentados consejos de los carmelitas, del P. Cirilo Font en particular, caen en tierra dispuesta. Luego, la formación que da a las novicias, le exige disposiciones de ánimo que la van modelando a ella misma. Educa, educándose. Se va perfilando su capacidad y su carisma.

El juicio al que fue sometida por las hermanas Vives Pla, al que ya hemos aludido y el incidente de su nombramiento como General, en perjuicio de una de estas hermanas, constituyeron momentos difíciles que la forjaron en el conflicto y la prudencia. Reflejo de su madurez y atractivo podría ser la expresión de una de sus novicias al encontrarse con ella: "Esto es lo que yo busco".

A decir verdad, quedaría decepcionado quien fuera a la búsqueda de una biografía brillante, subyugadora, espectacular. La envergadura de su personalidad humana y cristiana hay que buscarla en la generosidad de la vida diaria, en la acogida sin reservas, en el atractivo de su humanidad, en el deseo infatigable de servir, en el aroma de sus virtudes cotidianas, en su prudencia exquisita, en su sencillez evangélica. Hizo de modo extraordinario las cosas diarias, decimos de ella sus hijas reunidas en torno a su carisma.

A propósito de la pobreza y austeridad de nuestra Fundadora, habría mucho que hablar. En detalles de poco monta reflejaba sus vivencias y opciones. En una ocasión que una religiosa se trasladaba a otra casa con un hábito deslucido por el tiempo, el agua y el jabón, pensó que bien podía ella quedarse con el viejo y donarle el propo, mucho más nuevo, a la religiosa que cambiaba de casa. "Madre Fundadora era así: lo viejo, pobre y usado para ella", atestigua una de sus hijas que la conoció personalmente.

Era amiga de la limpieza y hasta de la elegancia, pero sin excesos ni remilgos. No le tenía miedo al trabajo duro ni al que, en ocasiones, requería la fuerza física. La encontraban sus Hermanas ayudando y dirigiendo, si se presentaba el caso, a los albañiles en sus trabajos.

(Manuel Soler, MSSCC y Hnas. Elena Coste Cruz y Asunción Perelló Senent. M. Elisea Oliver, una mujer del Carmelo, p. 10-11; 14. Folletos CON ÉL, Nº 84, editado por la CONFER).


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