Carmelitas Orihuela

 


Madre y Hermosura del Carmelo

 

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Me has seducido, Señor

"Pepa, la del barber"

Josefa Oliver nació en el mes del Carmelo, el 9 de julio de 1869. Ese mismo día fue bautizada. Sus padres, Tomás y Josefa, procedían de familias campesinas acomodadas. Todos los vecinos conocían su natural bondad. Tuvieron once hijos; Josefa hacía la número diez. Su padre, barbero y practicante del pueblo murió cuando Josefa contaba apenas nueve años de edad. La influencia materna sería, pues, desisiva para ella.

Las Hermanas de Alcantarilla, fueron al pueblecito de Miraflor a pedir colaboraciones para sus obras. Allí vivía, a la sazón, Josefa con su tía Dorotea Molina, maestra del pueblo. Josefa era por entonces una muchacha de veinte años. Agraciada en su físico: tez blanca, nariz recta, labios bien dibujados, mirar dulce y profundo a la vez, de talle esbelto. Y no menos agraciada en sus actitudes e inquietudes. Los vecinos la consideraban una muchacha modelo. Daba catecismo en la parroquia, cantaba en el coro, enseñaba a los niños, se ocupaba de la limpieza del templo y hasta se sabe de frecuentes visitas a un leproso que vivía en las afueras, en la cueva de las Calaveras.

Las religiosas (hay documentos que atestiguan que eran dos, las Hnas. Aguasvivas Vives Plá y Fe Bañón Amorós), pidieron informes de Josefa y se los dieron excelentes. Tampoco eran de extrañar tales cualidades en la hija de una familia numerosa, bien avenida, que aprendió como por ósmosis el amor al trabajo, a la sinceridad y a la sana alegría. Con sus veinte años recién cumplidos y el hato repleto de ilusiones Pepa se va con ellas y marcha del pueblo a recorrer su singular aventura religiosa. Dicen que su madre le había preguntado previamente y no sin cierta incertidumbre: "¿Estás segura de lo que haces, hija?" A lo que ella respondió: «Dios proveerá». Respuesta exquisitamente bíblica que remite a las palabras de Abraham camino del monte Moriah. Fue la tónica de su vida.

En realidad, ¿quién puede estar seguro a la hora de dar un paso de tales consecuencias, que subvierte los valores con los que la mayoría de la gente se ha familiarizado? Sólo cabe apelar a la buena voluntad, a la generosidad y a la confianza de Dios. En el pueblo, el comentario se oía en cada esquina: "Pepa, la del barber, se ha ido de monja".

Efectivamente, la joven, preparó su modesto bagaje y se fue. Lo que de más valor llevaba consigo era la actitud de donde brotó su respuesta: "Dios proveerá".

(Cf.: Manuel Soler, MSSCC y Hnas. Elena Coste Cruz y Asunción Perelló Senent. M. Elisea Oliver, una mujer del Carmelo, p. 5-6. Folletos CON ÉL, Nª 84, editado por la CONFER).


 

Un proyecto carmelitano

Las religiosas de Alcantarilla, llamadas así por el lugar donde residían, eran las Terciarias Carmelitas, fundadas por Tomasa Ortíz del Real (1842-1916), Madre Piedad de la Cruz en su institución. No tienen aún aprobación canónica.

Dos años permaneció Josefa con las Carmelitas de Alcantarilla bajo el nombre de Sor Providencia, pero el providente Dios la iba a encaminar por otros derroteros bien distintos. Y un buen día ve claro que aquello no es lo suyo y decide regresar a su pueblo. Como postulante se hallaba en pleno discernimiento de su definitiva vocación y fue tremendamente coherente: no lo veía claro ni aquello le llenaba.

De regreso a su casa, pasó por Caudete (Albacete), en donde se encontraba el otro grupo de M. Piedad que residía allí y que también había determinado marcharse; no son religiosas profesas pues ni tan siquiera han hecho noviciado. Todas quieren ser carmelitas… Todas, menos la fundadora, Piedad de la Cruz, y su fiel seguidora Alfonsa, quienes siguieron su camino por otros derroteros, también dirigidos por la amorosa providencia de Dios, a través de la mediación de la Iglesia, dando origen, más tarde, a otra nueva Congregación: las Salesianas del Sagrado Corazón de Jesús.

Justo por aquellas fechas (1888), los frailes de la Orden del Carmen, acaban de restaurar en Caudete su antiguo convento y el Sr. Obispo de Orihuela, D. Juan Maura –a cuya jurisdicción correspondía Caudete–, las confía a la dirección de los PP. Carmelitas: que hagan noviciado canónico y que profesen según la Regla y Constituciones de la Tercera Orden del Carmen.

Resulta tremendamente esclarecedor el hecho de verse aquel primer grupo caudetano acogido fraternalmente por los propios carmelitas a cuya Orden aquellas jóvenes decíanse pertenecer. Y no es de menor importancia y significación el hecho de que Caudete era Casa de Formación. Coinciden, por tanto, en el mismo lugar, el nacimiento de la nueva Congregación y los principios restauracionales de la misma Orden. Hombres de una gran talla espiritual fueron los PP. Salvador Barri y Dionisio Alvarado, el P. Cirilo Font o el propio legislador Elías Ortiz…, todos directores y formadores de la naciente Congregación. Cabe destacar al P. Cirilo Font, Prior de la comunidad en aquél entonces, que no se daba descanso para formarlas según la espiritualidad de la Orden.

Pero, por encima de todo, las Carmelitas de Orihuela (como bien nos conocen), llevamos la impronta de nuestra Madre y Fundadora Elisea Oliver. La biografía de cualquier fundador, al encarnar en su vida el ideal y el carisma de su congregación, sin duda ha de servir, no sólo para hacer memoria de unos hechos determinados y temporales, sino materia y ocasión para la reflexión teológica ante una vivencia determinada de fe, su forma de entender a Dios y de vivir su presencia, con la única salvedad del talante personal que, como tal, es único e irrepetible.

(Cf.: Manuel Soler, MSSCC y Hnas. Elena Coste Cruz y Asunción Perelló Senent. M. Elisea Oliver, una mujer del Carmelo, p. 6-7. Folletos CON ÉL, Nº 84, editado por la CONFER).


 

Los gozosos comienzos de la familia

En todo el proceso jugaron un papel de protagonistas las hermanas Josefa y Carmen Vives Pla. Una de ellas figuraba como superiora de la comunidad de Caudete y a su nombre se reconocería la nueva familia religiosa.

El 6 de marzo de 1891, fue el gran día. Autoridades civiles y militares, así como numerosos fieles, presenciaron el trueque de las galas juveniles -trajes típicos de la región-, por los hábitos pardos del Carmelo. Las ocho jóvenes de la primera hornada abandonaron sus vestidos de múltiples colores y, con ellos,el nombre anterior. Josefa se llamó Elisea, en clara alusión al profeta Eliseo, fiel discípulo de Elías, cuya fogosidad, austeridad y espíritu comtemplativo establece como modelo la Orden carmelitana. Tenía por entonces, veintidós años.

El 13 de marzo de 1892 superó, si cabe, la solemnidad del inicio del noviciado. Era el día señalado para la profesión. Justamente coincidía con la fiesta de Santa Eufrasia, moradora del Carmelo, a laque se contempla entre las brumas del mito

El Noviciado de la naciente familia se instaló inmediatamente en Caudete y a M. Elisea le encargaron la delicada tarea de Maestra de novicias. Aún contando sólo 23 años, fue considerada la más apta entre el grupo de fundadoras, para modelar el espíritu del Carmelo en las jóvenes candidatas.

(Manuel Soler, MSSCC y Hnas. Elena Coste Cruz y Asunción Perelló Senent. M. Elisea Oliver, una mujer del Carmelo, p. 7-8. Folletos CON ÉL, Nº 84, editado por la CONFER).


 

Víctima de un atropello

Los comienzos de una familia religiosa suele caracterizarse por el entusiasmo, el afán de superar obstáculos, por la nitidez de sus vivencias, por el fervor de sus miembros. No de otro modo se comportó aquel Carmelo naciente. Pero el hecho es que esa tónica es extrañamente compatible con serias dificultades, incluso de orden interno.

Nada nuevo se formula con tales palabras. La Iglesia naciente, de un solo corazón y una sola alma, fue testigo del fraude de Ananías. El grupito de apóstoles tuvo que presenciar ausencias culpables en el Calvario y, ya antes, negaciones y hasta traiciones. Los diversos estratos de la persona humana, hacen posible que fuertes dosis de generosidad y sacrificio, corran parejas con envidias y mezquindades, en principio inesperadas. La raya divisoria entre el bien y el mal pasa por el corazón de cada uno. Las grandes opciones llevan, quizás, adheridas ignominiosas lacras. Los discernimientos resultan difíciles, pero del todo necesarios.

Pues bien, las hermanas Vives Pla, ejercieron como superioras de las dos casas existentes. Carmen, superiora del hospital y Josefa era la General. Las constituciones adaptadas señalaban que este cargo tenía carácter vitalicio. Tal circunstancia, aunada a la voluntad de mando de las citadas Vives Pla, llevaba consigo presagios nada halagüeños.

Ellas no toleraban oposiciones. La Maestra de Novicias no protestaba y encontraba una gran acogida ante las futuras religiosas, no obstante las penurias que les tocaba pasar. El temor de las Vives Pla, debido a las consecuencias que podía generar su proceder autoritario, así como sus disimulados celos, les hizo creer que M. Elisea representaba un peligro para el pleno dominio de la situación.

En el Noviciado se pasaban dificultades económicas serias. La Maestra (M. Elisea), pasaba hambre con el fin de aumentar, aunque fuese levemente, la escasa ración de comida de las novicias. En tales circunstancias, las Vives Pla, la acusaban de sustraer comida y ropa del hospital donde trabajaban. Y la acusan ante la autoridad civil: Un gesto fuera de todo sentido y mesura. A altas horas de la noche, la acusada es solicitada por el juez. Cuando, ya en el tribunal, se le formulan los cargos, sólo logra replicar: "Dios lo sabe todo". Y la frase es seguida por un denso silencio. Uno de los numerosos silencios que observará a lo largo de su vida, en circunstancias críticas, y que dan fe de su talla moral.

El magistrado prosiguió las investigaciones y llegó al convencimiento de que el incidente se debía a un atropello incalificable. La calma y el callar de M. Elisea, le otorgaron la categoría de verdadera Maestra a los ojos de sus novicias y hermanas. Se ganó la admiración y el respeto. Su palabra, frente a la jóvenes, se fortaleció desde entonces con el propio testimonio y sufrimiento. Fue más creíble su magisterio.

(Manuel Soler, MSSCC y Hnas. Elena Coste Cruz y Asunción Perelló Senent. M. Elisea Oliver, una mujer del Carmelo, p. 8. Folletos CON ÉL, Nº 84, editado por la CONFER).


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